Abbiamo detto, tempo fa, che il presente blog è dedicato al dialogo interreligioso. Vero. Ci vuole una certa elasticità, per dialogare. Tuttavia va ricordato che un elastico è utile solo quando si aggancia a qualcosa di non elastico a sua volta (dito, chiodo et similia), pena il ridursi ad una molliccia inutilità.
Ciò premesso, confermato il nostro aggancio - per restare nella metafora suddetta - alla Chiesa cattolica, riportiamo di seguito alcune righe di don André Gircourt (più noto come «l'abbé Stéphane»), tratte dal sito Contemplatio.
"Las condiciones póstumas del cristiano están determinadas por la estructura misma de la Revelación correspondiente. Un bautizado, que lo quiera o no, no tiene el mismo destino póstumo que un no-bautizado: el carácter imborrable del rito sacramental hace que sus condiciones póstumas no pueden ser las mismas que las de un hindú (no cristiano) o que las de un occidental sin religión. [...] El proceso de «salvación» y el de «condenación» son tan incognoscibles al entendimiento humano como, por ejemplo, el proceso de la Creación: se trata, en efecto, de relaciones causales entre el estado humano (o más exactamente una modalidad particular de este estado, a saber la modalidad corporal) y de otros estados del ser (o de otras modalidades extra-corporales del estado humano), los cuales son definidos por condiciones de existencia totalmente diferentes del estado humano. Apenas es útil decir que la ciencia profana, cuyo ámbito está limitado a la existencia terrestre y cuyos medios de investigación no sobrepasan los límites de este ámbito, es perfectamente inepta para enseñarnos algo sobre los otros estados de existencia. No deberíamos imaginarnos tampoco que ciertas ciencias ocultas, que no sobrepasan los límites de la experiencia y que estudian todo lo más fenómenos de orden sutil en relación inmediata con la modalidad corporal del estado humano, puedan enseñarnos nada sobre los estados póstumos.
Es por lo tanto, en definitiva, a la Revelación cristiana y a la enseñanza tradicional de la autoridad habilitada para dar la interpretación auténtica de ello – es decir a la Iglesia – a la que habrá que dirigirse para conocer dichas condiciones póstumas y la actitud correspondiente. Sin duda estaremos tentados de decir que la doctrina oficial de la Iglesia se contenta con no dar, sobre la cuestión de los fines últimos, más que un simple «esquema» y que, además, espíritus un poco cultivados, o que se creen fuertes, se plantearán entonces una multitud de objeciones que podrían ser disueltas por la metafísica tradicional solamente; por ejemplo, la cuestión de la «eternidad del Infierno» no puede evidentemente recibir una solución aceptable más que si se es capaz de distinguir entre «perpetuidad» o «indefinidad cíclica», y «eternidad».
Ahora bien, aquí, es decir para un cristiano, incluso un simple «bautizado»,* la «causalidad cósmica» de la que se trata es un lazo ontológico entre su substancia individual y un principio metacósmico que es Cristo y Su cuerpo místico. En virtud de ese lazo, la «naturaleza» de un cristiano ya no es la de un pagano, y sus destinos póstumos ya no son los mismos, en principio al menos; resulta de ello, en particular, para él una mayor facilidad de obtener la «salvación» y, como contrapartida inevitable, un mayor riesgo de «condenación». Es esto lo que explica que el Cielo y el Infierno cristianos son vistos como «perpetuos» a diferencia de los cielos y de los infiernos pasajeros del hinduismo. Así, sin que sea necesario tener una mas amplia información sobre la «naturaleza» del Infierno, es suficiente que este aparezca como una eventualidad temible, e incluso más temible para un cristiano que para un pagano. [...] Una vez realizada esta toma de conciencia, todas las objeciones contra la mediocridad de los cristianos y las influencias del clero quedan desprovistas de valor y de interés; son ellas imputables al Adversario y no tienen nada que ver con la doctrina".
* In greco, baptìzein sta per "immergere in acqua", cioè "lavare", "temprare [un ferro rovente]" e "tingere". Ora che il battesimo, come una tintura indelebile, modifichi geneticamente il battezzato, è pacifico. L'anomalia, se così si può dire, del cristianesimo è nell'impartire indiscriminatamente questa iniziazione (che, in termini ellenici, rappresenta l'ingresso nei «piccoli misteri») ad adulti ed a bambini, quindi anche a non catecumeni. Possiamo definirla «democratizzazione», quest'anomalia (così provvidenziale, per l'uomo dei tempi ultimi), e forse pure «democratizzazione pre-cristiana», perché Giovanni, detto «il battista», ovvero "il tintore", prima di battezzare Gesù, battezzava "tutta la regione della Giudea e tutti gli abitanti di Gerusalemme" (Marco, I, 5), "pubblicani e soldati" (Luca, III, 12-14), nonché "farisei e sadducei" (Matteo, III, 7), pur apostrofando costoro come «razza di vipere».
D'altra parte - come afferma l'altro Giovanni, detto «l'evangelista» (III, 27) - "nessuno può prendersi qualcosa, se non gli è stata data dal Cielo".
Ora, per quanto gli ex-comunisti ci abbiano abituato a spettacolari inversioni di marcia, sia in Italia che all'estero, questa di Putin sembra l'unica ad indirizzarsi verso il cristianesimo. Forse la consacrazione della Russia alla Madonna,* come suppone lo stesso Blondet, comincia a mostrare i suoi effetti.
* Consacrazione non ancora pienamente officiata, peraltro, dopo quasi un secolo, visto che la richiesta di Fatima del 13 maggio 1917 non è stata soddisfatta del tutto. Eppure "a un mese esatto dalla sua elezione - conclude A. Socci - papa Francesco ha chiesto al patriarca di Lisbona, il cardinale José Policarpo, di consacrare il suo pontificato alla Madonna di Fatima".